En un entorno económico marcado por la consolidación bancaria y la búsqueda de eficiencia operativa, el sector financiero español se encuentra en plena transformación. La reciente oferta pública de adquisición (OPA) lanzada por BBVA sobre Banco Sabadell ha generado un intenso debate sobre las implicaciones laborales y estratégicas de esta operación.
Una OPA muy polémica
En mayo de 2024, BBVA presentó una OPA hostil para adquirir la totalidad de las acciones de Banco Sabadell, ofreciendo un canje de una acción de BBVA por cada 5,0196 acciones de Sabadell, además de un pago en efectivo de 0,29 euros por acción. Esta propuesta busca consolidar la posición de BBVA en el mercado español, creando una entidad con mayor capacidad competitiva y eficiencia operativa.
Sin embargo, la operación ha enfrentado resistencia por parte de la dirección de Sabadell. El consejero delegado de la entidad, César González-Bueno, ha manifestado que la oferta de BBVA no refleja el valor real del banco y que una fusión podría destruir valor en lugar de crearlo.

Esta postura ha generado incertidumbre entre los empleados de ambas instituciones, especialmente en lo referente a posibles ajustes de plantilla.
Impacto laboral y estrategia de ajuste de BBVA
En el marco de esta OPA, BBVA ha comenzado a delinear un plan de ajuste de personal que se implementaría en caso de que la adquisición se materialice. Según fuentes cercanas a la entidad, el banco planea ejecutar un expediente de regulación de empleo (ERE) sin recurrir a prejubilaciones, optando en su lugar por despidos directos. Este enfoque difiere de estrategias anteriores, como el ERE de 2021, que combinó despidos con prejubilaciones para empleados mayores de 55 años.
La decisión de prescindir de prejubilaciones responde a la necesidad de reducir costes y asegurar la rentabilidad de la operación. Las prejubilaciones suelen implicar gastos más elevados debido a las indemnizaciones y beneficios asociados, mientras que los despidos directos permiten una reducción más inmediata de la masa salarial. No obstante, esta estrategia podría enfrentar oposición por parte de los sindicatos y generar tensiones laborales.

Se estima que el proceso de ajuste se completaría en un plazo de 18 meses tras la formalización de la fusión. Este periodo permitiría a BBVA evaluar con precisión las áreas de solapamiento y redundancia entre ambas entidades, especialmente en lo que respecta a la red de oficinas y servicios centrales.
Reacciones y perspectivas futuras
La propuesta de BBVA ha suscitado diversas reacciones en el sector financiero y entre los empleados afectados. Mientras que algunos analistas ven la fusión como una oportunidad para fortalecer la posición competitiva de BBVA, otros advierten sobre los riesgos asociados a la concentración bancaria y la pérdida de empleos.
Por su parte, las patronales catalanas han solicitado participar en el análisis de la operación que realizará la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), con el fin de evaluar el impacto de la fusión en el tejido empresarial y laboral de la región.
En este contexto, es fundamental que BBVA mantenga una comunicación transparente con los empleados y los sindicatos, ofreciendo garantías y planes de recolocación para minimizar el impacto social de los despidos. Asimismo, la entidad deberá demostrar que la fusión generará valor añadido no solo para los accionistas, sino también para los clientes y la sociedad en general.