La infanta Elena, primogénita de los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía, es a menudo calificada como la más apegada al legado borbónico y a la figura de su padre. Su carácter, forjado desde niña bajo las normas y costumbres de la Casa Real, ha derivado en una relación que mantiene cierto distanciamiento con su hermano, el rey Felipe VI.
En especial, la separación de posturas resulta notoria con respecto a la situación del emérito: mientras Felipe considera que el exilio de Juan Carlos en Abu Dabi es un mal menor para salvaguardar la monarquía, Elena ve esa decisión como una injusticia que aleja a su padre de España de forma innecesaria.
La hija mayor que pudo reinar
Aunque fue la primogénita, Elena nunca aspiró a ocupar el trono. De hecho, el rey Juan Carlos I siempre mostró preferencia por un heredero varón y fomentó la formación de Felipe para sucederle. Aun así, la actual infanta no se ha sentido nunca desmerecida: entre la discreción que la caracteriza y su papel como figura más tradicional de la familia Borbón, supo mantenerse en un segundo plano en las cuestiones institucionales.
En cambio, se ha volcado en su vida personal y en su apoyo a su padre, acompañándolo en varios viajes y remodelando su residencia madrileña con la idea de que pudiera alojarse allí si su salud empeoraba y regresaba a España.
Su labor en la vida pública española se ha centrado sobre todo en actos y patrocinios vinculados a la cultura, la ecuestre y el ámbito educativo. Aunque con un perfil bajo, la infanta Elena no ha dejado de mostrarse firme defensora de la historia borbónica, sin ocultar su desagrado por la marcha de Juan Carlos y por cómo la nueva monarquía ha manejado determinados aspectos.
Una vida personal discreta tras el divorcio
El matrimonio de la infanta Elena con Jaime de Marichalar terminó oficialmente en 2010, tras varios años de distanciamiento. Tras la ruptura, no se le ha conocido ninguna relación sentimental confirmada. Vive con su hija, Victoria Federica, y un perro en Madrid, mientras su hijo Froilán se encuentra viviendo en Abu Dabi junto al rey emérito.
Su día a día discurre de forma sencilla, pese a que en muchas ocasiones se la ve en zonas de alto poder adquisitivo, ya sea acudiendo a restaurantes de lujo o asistiendo a espectáculos de música y danza en la Gran Vía madrileña. No obstante, la infanta siempre se ha declarado apasionada de la hípica y los toros: fue en 1982 cuando debutó como amazona, en la competición “Príncipe de Asturias”, y desde entonces mantiene sus actividades ecuestres.
Un problema de imagen con las propinas
Paradójicamente, y pese a esa imagen de alguien implicado en la ayuda a otros, Elena ha adquirido cierta fama por no dejar propinas cuando asiste a restaurantes u otros establecimientos de ocio. Este hecho, que podría parecer menor, ha llegado a oídos de la prensa del corazón y ha causado cierto desconcierto, ya que no se corresponde con la percepción de una infanta con un talante amable.
En círculos próximos, se especula con que simplemente no ve necesario retribuir de más por un servicio por el que ya se paga. En España es un criterio personal que se interpreta como señal de gratitud.
Una manía o una convicción personal podría continuar, pero lo cierto es que, en tiempos donde la monarquía europea se revisa con lupa, cada gesto cuenta, y el de la infanta Elena no pasa desapercibido.