Hace solo unos días, el rey Carlos III congregó a la familia real británica y a figuras de la monarquía internacional en un acto solemne. Pero, según las informaciones que maneja la periodista Pilar Eyre, la salud del monarca, aquejado de cáncer desde febrero de 2024, no marcha tan bien como los comunicados oficiales dejan entrever.
Hasta la fecha, la Corona británica ha insistido en la normalidad de la agenda del soberano y en la eficacia de los tratamientos, pero la realidad, sostiene Eyre, podría ser mucho más preocupante de lo que se cuenta.
Dos versiones muy distintas sobre la salud de Carlos
Desde que asumió el trono tras el fallecimiento de la reina Isabel II, Carlos III se ha enfrentado a la enfermedad con discreción, evitando en la medida de lo posible alarmar a los ciudadanos. Sin embargo, la prensa británica mantiene un inusual silencio sobre su estado exacto, algo que, de acuerdo con Eyre, respondería a un pacto tácito para proteger la imagen de la monarquía.
Paralelamente, la Casa Real británica sí ha detallado que la duquesa de Cambridge, Kate, también diagnosticada de cáncer, se encuentra en remisión, mientras que del rey solo se menciona su “seguimiento de los protocolos” y la continuidad de su tratamiento a lo largo de 2025.
Eyre aportaba más detalles en el programa vespertino de Telecinco, TardeAR, donde advirtió que los médicos del soberano habrían recomendado limitar sus apariciones públicas para reducir el estrés y los esfuerzos innecesarios. Aun así, Carlos continuaría acudiendo a actos maratonianos, como el que tuvo lugar hace unos días: primero visitó un centro judío en una ciudad y, luego, se desplazó directamente a Auschwitz para participar en una conmemoración histórica. Dicho compromiso habría desoído el consejo de los facultativos, empeñados en que se reserve más descanso.
Los indicios que despiertan sospechas
Aunque no existen comunicados oficiales corroborando el grado de la enfermedad, Eyre enumera algunas pistas evidentes para los observadores: la aparente dificultad para caminar del monarca, los ojos enrojecidos o la utilización de maquillaje que disimule señales de fatiga.
Si bien los asistentes a los actos públicos lo notan “renqueante”, el palacio de Buckingham sigue sin confirmar la supuesta gravedad del cuadro. El hermetismo de la prensa inglesa, que no ha publicado grandes titulares sobre el tema, también refuerza la idea de un acuerdo para evitar alarmismos innecesarios.
Un reinado condicionado por la salud
Para muchos, el inicio del reinado de Carlos III ya estaba marcado por la pesada herencia del legado de su madre y por la expectación de cómo aplicaría su estilo personal al cargo. La lucha contra el cáncer, de confirmarse la magnitud que relata Eyre, se convertiría en uno de los principales condicionantes de su futuro. Una monarquía que, según algunas voces, ha de modernizarse y acercarse más a la ciudadanía, podría verse afectada si su soberano se ve obligado a reducir drásticamente sus funciones.
No se descarta, por tanto, que ante esta situación, que la Corona británica aplique fórmulas anteriores: mantener al rey en eventos de máxima importancia mientras delega en el príncipe Guillermo y en la propia Kate la mayoría de las obligaciones institucionales. Por ahora, este supuesto no se ha traducido en ningún anuncio oficial, y el propio Carlos mantiene un calendario más bien completo.