En medio del silencio que rodea a Zarzuela, la figura de la infanta Elena se alza con fuerza. No ha sido por un acto oficial ni una gala. El motivo: la alarmante evolución del estado de salud de su padre, Juan Carlos I. Durante las últimas semanas, Elena ha realizado movimientos discretos pero reveladores, reuniéndose de urgencia con los médicos del emérito para evaluar los resultados que, según informaciones filtradas, están lejos de ser esperanzadores.
Las consultas médicas que ponen en jaque al emérito
Según diversas fuentes, los especialistas médicos que atienden a Juan Carlos I habrían expresado su preocupación: los tratamientos no están frenando el deterioro. Después de una revisión integral en Ginebra, se habría comunicado a la familia que la artrosis avanzada y los problemas de movilidad habrían alcanzado un punto crítico.
La situación es preocupante: aunque el emérito sigue siendo operable, su estado podría obligarlo próximamente a depender de una silla de ruedas.

Fue entonces cuando la infanta Elena, siguiendo la costumbre que la define como la miembro más implicada con la salud de su padre, viajó a Sanxenxo y se reunió personalmente con los médicos durante largo rato. Estos encuentros, en un entorno discreto, pondrían sobre la mesa las advertencias impartidas también a Felipe VI y a la infanta Cristina. No se trata solo de malestar físico, sino de un impacto emocional que podría agravar la salud general del emérito.
El peso emocional que acarrea la enfermedad
Desde Abu Dabi, donde reside el emérito, según fuentes próximas, Juan Carlos I atraviesa una etapa de profunda reflexión personal. Se le describe “más delgado, frágil y consciente de su propio fin”. Las últimas consultas han revelado un empeoramiento general, no solo físico sino también anímico. Se hablan de episodios de insomnio y temores nocturnos ante la proximidad de su despedida, especialmente en la distancia que le separa de España.
Este panorama ha generado un crecimiento de la presión familiar: Elena insiste en que el retorno de su padre no sea solo una escapada temporal, sino una vuelta definitiva a España. Su intención es clara: que los últimos años de Juan Carlos I transcurran rodeado de su gente, en su tierra y amparado por su familia.
Reacciones oficiales: discreción y posicionamientos
Desde Palacio y Casa Real se mantiene el más riguroso silencio. No ha habido comunicado oficial, pero todo indica que se están llevando a cabo conversaciones internas. El monarca español, Felipe VI, habría sido informado de la situación en reuniones restrigidas, en las que su madre, la infanta Cristina y especialmente Elena, habrían transmitido la gravedad del caso.

Según distintos testimonios, los médicos serían quienes han servido de nexo, insistiendo en la necesidad de un traslado urgente si el rechazo a regresar persiste.
Buena relación entre ellos
No es la primera vez que Elena actúa como vínculo esencial entre Juan Carlos I y la familia real. Desde que inició el exilio voluntario en 2020, ha sido ella quien más viajes ha realizado a Abu Dabi y quien más ha hecho presión para coordinar revisiones médicas. Ya se conocía que en marzo se produjo una reunión similar en la Zarzuela junto a Felipe y Cristina, para tratar resultados “desalentadores” y la estrategia frente al empeoramiento.
No obstante, hay que recordar que Juan Carlos I se negó a incluir en la Constitución que el heredero al trono fuera el hijo mayor independientemente de su sexo. No confiaba en las capacidades de Elena.
Con antecedentes de operaciones múltiples—más de una decena en caderas y rodillas—y tratamientos regenerativos, era cuestión de tiempo que se confirmara un diagnóstico inapelable: el emérito, según los expertos, se dirige hacia una dependencia que su figura pública no tolera.