Desde que se conoció su diagnóstico de cáncer en febrero de 2024, la salud del rey Carlos III ha despertado creciente preocupación. Aunque el Palacio de Buckingham mantiene una discreción absoluta, ciertas filtraciones de periodistas británicos han avivado los rumores sobre un evidente deterioro.
Entonces, las preguntas que nos debemos hacer y que se hace todo el mundo son claras: ¿Qué está provocando realmente este empeoramiento? La respuesta apunta directamente a la propia enfermedad y a los efectos secundarios del tratamiento.
¿Qué ha pasado?
En enero de 2024, Carlos III ingresó para un “procedimiento correctivo” relacionado con un agrandamiento benigno de próstata. Durante la intervención, las autoridades médicas detectaron un cáncer inesperado, lo que originó la suspensión inmediata de varios actos oficiales. No se ha revelado el tipo exacto de tumor, aunque medios internacionales han descrito la patología como agresiva y de rápida evolución.
A pesar de ello, el rey ha buscado mantener su agenda pública.

A principios de marzo de 2025 fue ingresado por complicaciones derivadas del tratamiento, pero solo unos días después reapareció en un acto oficial para frenar especulaciones alarmistas. Poco más tarde, se desplazó a Canadá para presidir un discurso ante el Parlamento, siendo el primer monarca británico en visitar el país desde 1957.
Reacciones de las partes implicadas
Buckingham Palace ha calificado la situación como un cáncer “manejable”, aunque en principio no curable, especialmente considerando la edad del monarca. Según medios como The Daily Telegraph, este tipo de cáncer podría acompañarle durante el resto de su vida, aunque no necesariamente derivaría en una complicación mortal.
Pilar Eyre, periodista especializada en la realeza, alertó sobre un deterioro visible en la complexión del rey, citando voces médicas que incluso solicitaron suspender un viaje a Alemania para evitar un impacto mayor. En efecto, se decidió cancelar dicha visita por la intensidad del tratamiento.
Desde el entorno cercano a Carlos III recalcan su firme voluntad de continuar con sus labores oficiales y depositar su confianza en los avances de la medicina moderna.

Un cáncer que lo cambió todo
El anuncio del diagnóstico en febrero de 2024 no incluyó detalles sobre el tipo de cáncer, aunque se ha descartado que sea de próstata. Este hermetismo recuerda la estrategia adoptada por su abuelo, Jorge VI, cuya enfermedad se mantuvo oculta hasta su muerte.
El siguiente ingreso oficial, fechado el 27 de marzo, se justificó como una “indisposición temporal” relacionada con el tratamiento oncológico. Sin embargo, el rey apareció pocos días después en un comunicado emitido desde Clarence House, dispuesto a retomar su vida institucional.
En su última aparición, durante una ceremonia conmemorativa, su aspecto más pálido de lo habitual volvió a suscitar análisis sobre el impacto físico del tratamiento, especialmente en su piel y tono general.
Transparencia y discreción
La propia Casa Real ha adoptado una estrategia comunicativa basada en un equilibrio entre transparencia y discreción. Las apariciones públicas breves, siempre controladas, buscan mantener visible al monarca sin exponerlo a los riesgos de una agenda extensa.

Aunque la salud física impone límites, el papel de Carlos III como jefe de Estado sigue en pie. El equipo médico y real prioriza sus condiciones personales por encima de compromisos oficiales que supongan esfuerzo o desplazamiento prolongado.