El estado de salud de Juan Carlos I se ha convertido en motivo de gran preocupación para sus hijos, Felipe VI, Cristina y Elena, quienes recientemente se reunieron en el Palacio de la Zarzuela para tomar medidas al respecto. El rey emérito, que reside en Abu Dabi desde agosto de 2020, se aproxima a los 87 años inmerso en un contexto que, según fuentes cercanas a la familia, se ha vuelto cada vez más delicado.
Hace casi cuatro años, Felipe VI decidió exiliar a su padre tras diversos escándalos y un creciente descrédito de la imagen real, principalmente por las investigaciones en torno a Corinna Larsen y otras polémicas económicas. El emérito, a quien antaño se le aclamaba por su papel en la transición española, se encontró de repente fuera del país y, de algún modo, marginado de la esfera pública para salvaguardar la reputación de la Corona y de la heredera, la princesa Leonor. Con el paso del tiempo, Juan Carlos I pareció encajar esta nueva realidad, pero la reciente evolución de su salud ha encendido las alarmas.
Problemas de movilidad y el inevitable uso de una silla de ruedas
El rey emérito ha sido intervenido en numerosas ocasiones por problemas de cadera. El desencadenante de buena parte de sus dolencias fue la famosa caída en Botswana, en pleno safari, que marcó el inicio de un declive físico y, también, el de su reinado.
Desde entonces, el marido de la reina Sofía ha probado con tratamientos de medicina regenerativa, incluida la inyección de células madre y plaquetas para retardar el agravamiento de sus dolores. Sin embargo, en su último chequeo, los médicos le han transmitido la peor de las noticias: es probable que termine sus días en una silla de ruedas.
Este diagnóstico ha despertado la preocupación de Felipe, Cristina y Elena, quienes conocen de primera mano la resistencia de su padre a admitir debilidad física. Juan Carlos I teme verse asociado a la imagen de un rey “derrotado” y, según relatan fuentes cercanas, se encierra horas en su habitación, reacio a aparecer en público si no puede caminar con normalidad. Detrás de su negativa a utilizar una silla de ruedas yace el miedo a la depresión y a la humillación que cree que representa.
Sospechas de demencia senil y exámenes neurólogicos
La movilidad no es el único foco de inquietud para los hijos del emérito. En sus últimas visitas a España, se han detectado “despistes” y olvidos que han llevado a Felipe VI, Cristina y Elena a imponerle un examen neurológico completo. El equipo médico habría descartado enfermedades graves como el Alzheimer, aduciendo que los síntomas concuerdan con una demencia senil incipiente, fruto de su longevidad y del progresivo deterioro físico.
No es la primera vez que los miembros veteranos de la Casa Real se someten a estas pruebas: la reina Sofía también fue examinada para descartar la enfermedad que sufre su hermana Irene de Grecia. Con este nuevo panorama, las infantas Cristina y Elena habrían comenzado a ejercer una presión directa sobre el rey Felipe VI, reclamando el regreso de Juan Carlos I a España.
A sus ojos, resultaría una deshonra —y un contratiempo para la imagen de la Corona— si el emérito falleciera en el exilio. Repatriar el cuerpo de alguien que fue monarca de España supondría un espectáculo mediático que minaría aún más la legitimidad de la institución.
Un dilema para la Corona
La posibilidad de que Juan Carlos I retorne a su patria plantea diferentes frentes. Por un lado, este reingreso reabriría el debate en torno a sus escándalos financieros y personales, algo que se quiso silenciar cuando se le propuso la salida a Abu Dabi. Por otro lado, los hijos del emérito se enfrentan a la disyuntiva de priorizar la dignidad de su padre —que, como a cualquier anciano, le gustaría morir en su tierra—, o mantener el statu quo que tanto le ha servido a la monarquía para sortear el descrédito en los últimos años.
Los rumores de una “decisión drástica” se refieren, precisamente, a la voluntad de traer de vuelta a Juan Carlos I, aunque con condiciones claras para preservar la imagen del reino. No se descarta la posibilidad de que el emérito reciba atenciones médicas privadas de alto nivel, siempre en un entorno controlado que impida el escrutinio mediático. Por el momento, Felipe VI no se ha pronunciado al respecto, y Zarzuela mantiene el silencio oficial.
Regreso a España del rey emérito
La próxima visita del rey emérito a España será un indicio vital para comprender la dirección que tomará el conflicto familiar. Sus problemas de salud están lejos de resolverse, y la intransigencia de Juan Carlos a mostrar debilidad no hace sino complicar las cosas. Mientras tanto, la Casa Real se ve nuevamente en una encrucijada: ¿permanecerá el emérito lejos de su país en sus últimos días o regresará con el riesgo de desatar un nuevo terremoto institucional? Las próximas semanas podrían ser decisivas en el destino de un rey que, a sus 87 años, afronta el mayor desafío de su vida.