Desde su lanzamiento el 5 de mayo, La familia de la tele prometía revolucionar las tardes de RTVE. Con una fastuosa cabalgata bajo la lluvia, se anunció como la evolución “blanca” del famosísimo Sálvame. Sin embargo, ante la audiencia, los elogios y las expectativas: silencio. Y ahora, a menos de dos meses de su estreno, un episodio final que ningún espectador vio venir… pero muchos esperaban.
Breve, muy breve
Este miércoles 18 de junio se emitirá el último capítulo del magacín, tras un recorrido marcado por cambios continuos, reubicaciones en la programación y una audiencia que nunca despegó más allá del 4,3 %–5 % de share. El presidente de RTVE, José Pablo López, reconoció que la apuesta no tuvo el impacto deseado, y decidió sustituirlo por otros formatos como Malas lenguas y una edición renovada de Aquí la tierra.
Un elemento destacable: los colaboradores no tardaron en bromear con la situación. Kiko Matamoros lo dijo claro y alto: “Nos vamos a cobrar el paro… con vuestros impuestos”. Una frase que ha quedado grabada para la historia de este tipo de televisión y que demuestra el perfil de gente que son.

Más reacciones desde plató
María Patiño se despidió declarando en redes: “Aposté y no perdí”, reivindicando que el proyecto, aunque breve, fue una apuesta profesional valiosa. Agradecida con el equipo, también expresó su deseo de nuevos caminos: “la verdad será contada”.
Belén Esteban, visiblemente agradecida, comentó que el final no era un adiós sino un “hasta luego”.
Inés Hernand confirmó que no fue notificada oficialmente, y aseguró que seguiría presentándose al puesto diario hasta que RTVE le comunicase lo contrario.

El fracaso de un producto amortizado
Los sindicatos de RTVE calificaron al programa como “fracaso” y calificaron de “quemados y caducos” a varios de sus rostros. También hubo un enfrentamiento interno, con acusaciones de clasismo y falta de transparencia en la asignación de recursos.
Más allá del canal rosa, el cierre de este formato ha servido incluso como metáfora del agotamiento de ciertos proyectos públicos: algunos medios lo han usado para ilustrar la estrategia de “ruido mediático, escasa sustentación”.

El formato aspiraba a algo más que entretenimiento: era un intento deliberado de trasladar el fenómeno Sálvame a televisión pública, pero adaptado a su identidad de servicio público. Sin embargo, la desconexión con la audiencia y las críticas internas marcaron un camino desigual desde el principio.