Una imagen grotesca ha recorrido las redes: trozos de cordero abandonados a la vía pública a Manresa, rodeados de suciedad, después de la celebración de la fiesta del cordero por parte de la comunidad musulmana. Una escena propia de un vertedero, no de una ciudad catalana del siglo XXI. Y como siempre, silencio institucional y permisividad absoluta.
Este no es un caso aislado. Este tipo de escenas se repiten cada año en todo el país coincidiendo con la celebración de la Aïd al-Adha, una festividad islámica que comporta el sacrificio de animales según preceptos religiosos que, en Catalunya, son ilegales.
El Aïd al-Adha: cuando el multiculturalismo justifica la brutalidad
La fiesta del cordero conmemora el sacrificio de Abraham, y miles de musulmanes en todo el mundo lo celebran degollando animales vivos sin aturdimiento previo, mirando hacia La Meca y recitando una plegaria ritual. Esta práctica, conocida como sacrificio halal ritual, es habitual en muchos países islámicos. Pero aquí no. Aquí es delito.

La ley catalana prohíbe expresamente el sacrificio de animales fuera de mataderos autorizados, y todavía más si se hace en condiciones cruentas, insalubres y sin aturdimiento. Pero parece que la normativa no se aplica si se trata de la comunidad musulmana. Porque señalarlo, según algunos, “fomenta el odio”.
Calles sucias y autoridades arrodilladas
El que se ha visto a Manresa es un síntoma claro del que pasa en todo el país: el espacio público degradado, la higiene pública ignorada y las normas de convivencia pisadas. Y, como siempre, los responsables municipales miran hacia otra banda. No sea caso que alguien los tilde de racistas.
La realidad es mucho más cruda: el Estado de derecho se para ante la religión islámica. Cualquier otra comunidad que sacrificara animales en medio de la calle y dejara los cadáveres esparcidos habría sido multada, perseguida y criminalizada. Pero si la práctica es islámica, todo se perdona. Toda infracción queda absorbida por el mantra del multiculturalismo.

La hipocresía de los animalistas de postal
Donde son ahora las protectoras de animales, los influencers animalistes, los partidos verdes? Dónde son cuando un cordero es degollado sin piedad, entre risas y a la vista de todo el mundo? Son en Twitter hablante de las macrogranjas, de los bravos o del veganismo. Pero no dicen ni pio cuando el maltrato viene disfrazado de diversidad cultural.
Esta hipocresía selectiva es insoportable. No se puede defender el bienestar animal solo cuando conviene ideológicamente. Lo que pasó a Manresa es una salvajada que tendría que haber encendido todas las alarmas. Pero no. Se tapa. Se relativiza. Y así, la barbarie se normaliza.
El multiculturalismo nos condena al silencio
Catalunya está viviendo una transformación cultural acelerada, y no por integración, sino por sumisión. Sumisión a rituales, prácticas y códigos que son incompatibles con los valores occidentales y catalanes. Permitir el sacrificio ilegal de animales en medio de la calle no es “tolerancia”. Es claudicar.
Nos dicen que tenemos que “respetar todas las culturas”. Pero qué pasa cuando estas culturas no respetan la nuestra? Qué pasa cuando vulneran nuestras leyes, ensucian nuestras calles e imponen sus rituales sin pedir permiso? Pues que nos quedamos mudos, por miedo, por cobardía, o por conveniencia política.
Recuperar la cordura y hacer cumplir la ley
Hay que decirlo claro: sacrificar un cordero mirando a La Meca, cortándole el cuello en seco, y echarlo de un matadero, está prohibido en Catalunya. Y quien lo permite, quién lo tolera, quién lo esconde, está cometiendo una negligencia grave. Los ayuntamientos no pueden continuar actuando cómo si esto fundido folclorismo simpático. No lo es.
Basta de proteger prácticas que atentan contra la convivencia, la salud pública y la legalidad. O hacemos cumplir las leyes para todo el mundo, o acabaremos convirtiéndonos en extranjeros en casa nuestra. Y esto no es ningún eslogan: es una realidad que ya nos estalla a la cara.