Uno de los puntos idiosincrásicos que me fascina de Cataluña es su pueblo culto y resiliente. Por mi formación académica puedo decir que soy tirando a cartesiano, pero mi mejor escuela de vida es, sin ningún tipo de duda, el entorno catalanohablante que me ha guarecido desde que aterricé aquí hace treinta y un año.
Esta obsesión de buscar la excelencia en los estudios, en el trabajo y en las relaciones humanas de la mayoría de los catalanes, me tienen el corazón robado. Pero, desde la vertiente política, casi nunca me he encontrado con un ciudadano catalán que no sabe argumentar muy bien su filiación ideológica. Y creo que esto pasa en pocos países del mundo.
¿Por qué explico estas calidades y secretos de la sociedad catalana, en general, y la catalanoparlante, en particular? Porque, cuando los líderes políticos del 1 de octubre del 2017 nos empujaron hacia la confrontación con el estado español, la ciudadanía no se amedrentó y estuvo a la altura de aquellas peripecias históricas.
Rendición de nuestros políticos
Ahora, no obstante, ante el retroceso y rendición de nuestros políticos, los ciudadanos que anhelamos y defendemos la libertad de nuestro país nos encontramos políticamente desamparados. Y la única herramienta de rebelión que nos queda es no volver a votar nunca más los partidos políticos que han traicionado el espíritu del 1 de octubre.
Pues, ante la situación desoladora actual y mientras los partidos processistes no cambien sus prioridades de acomodación en la nueva política autonomista, los ciudadanos los seguiremos dando la espalda. Es más, el mejor que pueden hacer los políticos actuales es dar un paso al lado y dejar reavivar un fuego nuevo que nos llena de esperanza y nos vuelva a ilusionar para seguir avanzando hacia Itaca. Porque si no, serán cómplices de la destrucción que está sufriendo el país y que angustiará, todavía más, si nuestras instituciones caen en manos de los partidos españolistas.
Tenemos que evitar la situación de otras zonas
Catalunya no se puede permitir un retroceso como el que están experimentando el País Valencià y las Illes bajo el dominio político del PP y VOX. Esta retrogradación en casa nuestra lo encabezarán, encantados, el PSC y los Comunes con la connivencia y permisividad del processisme. Para evitar empujar el país al abismo nos hacen falta nuevos estímulos para movilizarnos, recuperar con fuerza nuestras instituciones y preparar el embate final para lograr nuestra libertad.