Muertes por calor en Catalunya

Preocupación máxima por el notable aumento de muertes por calor: Las cifras dan miedo

El mes de julio ha sido realmente negro y la cantidad de muertes han subido considerablemente con respecto a las de 2024

A veces, la tragedia se esconde en cifras frías, casi invisibles para quienes no buscan más allá del titular. Sin embargo, cada verano, los datos relacionados con las consecuencias de las altas temperaturas se convierten en un oscuro termómetro del impacto que el calor tiene en la salud pública. Este año, los registros han superado todas las previsiones y marcan un antes y un después.

El mes de julio ha dejado tras de sí una cifra que debería sacudir conciencias: 1.060 muertes asociadas directamente al calor en todo el territorio español, según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto Carlos III. Este número no solo representa un 57% más respecto al mismo periodo del año anterior, sino que ya supera, antes de que termine el verano, el total de muertes registradas por este motivo en todo el año pasado.

Solamente en una región como Catalunya, donde las temperaturas han batido récords históricos durante varias jornadas, el balance provisional ya asciende a 250 fallecimientos atribuidos a la ola de calor, superando los 226 contabilizados en 2024.

Día soleado en Barcelona
Día soleado en Barcelona | Canva

Los datos, sin embargo, requieren de contexto para entender su verdadero alcance. El MoMo no ofrece un listado nominal de personas fallecidas por golpe de calor, sino que aplica una metodología estadística: compara los decesos diarios reales con la mortalidad esperada según patrones históricos desde 2008. Cuando el exceso de muertes coincide con picos de temperatura, el sistema atribuye esa diferencia al calor extremo. Por tanto, hablamos de una estimación poblacional, pero apoyada en la evidencia científica de décadas de estudios.

Los colectivos más vulnerables: ancianos, enfermos y, de forma creciente, menores

Resulta llamativo que la mayoría de estos fallecimientos no se produce por causas espectaculares o repentinas, como un golpe de calor fulminante en plena calle, sino como resultado de un empeoramiento acelerado de patologías previas. Enfermedades cardiovasculares, respiratorias y autoinmunes se agravan ante temperaturas extremas, especialmente entre la población mayor de 65 años, que representa hasta el 95% de las muertes atribuidas al calor durante este verano.

Solo entre los mayores de 85 años, ya se han registrado más de 970 decesos en los últimos dos meses. El fenómeno tampoco ha perdonado a otros grupos: al menos cinco menores de 14 años, una veintena de personas entre 15 y 44 años y casi un centenar de individuos de entre 45 y 64 años figuran en las estadísticas.

La ministra de Sanidad, Mónica García, ha advertido recientemente en una entrevista que el calor se ha convertido en uno de los factores de riesgo más graves para la salud en esta época del año, y que la mortalidad por altas temperaturas no deja de aumentar. García subraya la necesidad de intensificar las campañas de prevención, especialmente entre los colectivos vulnerables, y recomienda que la población revise los mapas de riesgo elaborados por Sanidad y mantenga altos niveles de hidratación.

Un problema creciente: el calor como amenaza estructural

Lejos de tratarse de episodios aislados, la sucesión de veranos cada vez más calurosos parece consolidarse como una tendencia estructural en España y otros países del sur de Europa. Investigadores como Ben Clarke, del Imperial College de Londres, recuerdan que el verdadero drama es que la mayoría de muertes por calor ocurren lejos del foco mediático, en domicilios, hospitales o residencias, y apenas figuran en los registros oficiales.

“Las muertes por calor siguen siendo invisibles. Aunque no dejan rastros de destrucción como los incendios forestales, el impacto para la población es devastador”, sostiene Clarke.