La elección de nombres para los recién nacidos en Catalunya no es solo una cuestión de tendencias o preferencias personales, sino que también refleja dinámicas sociales y culturales profundamente arraigadas. Los nombres que encabezan los rankings anuales suelen responder a una doble pulsión: la de la tradición y la del cambio. Esta dualidad se ha hecho especialmente visible en 2024, año en que se ha producido un giro relevante en las preferencias de las familias catalanas.
Nuevas preferencias en los nombres más elegidos en Catalunya
Según los datos publicados recientemente por el Idescat, este año destaca la irrupción de dos nombres que, hasta ahora, nunca habían liderado el ranking de manera simultánea. Sofia, con 432 niñas registradas, se ha convertido en el nombre más elegido para las niñas, desbancando a las históricas Júlia y Martina. En el caso de los niños, Martí, con 352 recién nacidos, encabeza el listado, seguido de Biel y Marc, nombres que mantienen una presencia constante aunque con ligeras variaciones.
Este cambio, aparentemente anecdótico, marca el final de la larga hegemonía de Júlia y Martina, nombres que han dominado las estadísticas durante más de una década. Los datos confirman que Júlia fue el nombre más puesto entre 2017 y 2022, mientras que Martina volvió a liderar en 2023.

La irrupción de Sofia y la consolidación de Martí apuntan hacia una diversificación en las preferencias y hacia una posible búsqueda de nuevos referentes identitarios dentro de la sociedad catalana.
El ranking se completa con otros nombres como Ona, Mia y Emma, que siguen ocupando posiciones destacadas, así como Gala y Olívia. Entre los niños, Marc —que había sido el nombre masculino más frecuente durante más de un cuarto de siglo— recupera posiciones tras haber cedido protagonismo a Leo en 2022. Ahora, nombres como Nil, Mateo, Àlex, Jan, Pau y Pol mantienen su relevancia, mostrando la riqueza y variedad de los referentes actuales.
Evolución de los nombres
Estos datos no pasan desapercibidos para entidades y colectivos dedicados a la defensa y promoción de la lengua catalana. Instituciones como el Institut d’Estudis Catalans o Plataforma per la Llengua han subrayado reiteradamente la importancia de mantener viva la toponimia y la antroponimia propias como herramienta de preservación cultural.

El hecho de que nombres de raíz claramente catalana —como Martí, Biel, Nil, Pau o Jan— sigan ocupando lugares destacados se interpreta como un síntoma de buena salud lingüística, a pesar de la entrada progresiva de nombres internacionales o adaptaciones globales.
Por otro lado, varios especialistas en sociolingüística apuntan que el auge de nombres como Sofia, con un origen de uso internacional, pero una fuerte implantación en el contexto europeo, puede responder a fenómenos de globalización y apertura, sin que esto implique necesariamente una pérdida de identidad. Esta realidad refleja la capacidad de la sociedad catalana de incorporar elementos externos sin renunciar a su singularidad.
Nombres catalanes tras la imposición de los nombres en castellano
La elección de los nombres propios ha sido históricamente un indicador de la situación de la lengua catalana y de las actitudes sociales hacia la propia cultura. Durante décadas, especialmente en períodos de represión política o de fuerte presencia de la lengua española en el ámbito administrativo y educativo, muchos padres optaban por nombres castellanizados o adaptados. Con la recuperación de la democracia y la normalización lingüística, se ha producido una clara recuperación de los nombres de raíz catalana.
Esta evolución se ha mantenido gracias a campañas de concienciación y al impulso institucional, pero también a la vitalidad de la sociedad civil. La popularidad de los nombres catalanes convive ahora con la flexibilidad de incorporar nuevos nombres, en un equilibrio que refuerza la diversidad, pero mantiene el arraigo.
Expertos en la materia, como los sociolingüistas de la Universitat de Barcelona, subrayan que la elección del nombre es una de las primeras decisiones de transmisión de patrimonio inmaterial y uno de los gestos simbólicos más relevantes a la hora de construir identidad.