Un hombre de pie con un traje oscuro y corbata, con un fondo de paisaje al atardecer y un gráfico de la bandera de Pakistán.

Francesc Mauri alucina con el dato de Pakistán que deja en mal lugar a Catalunya

El meteorólogo es crítico con Catalunya respecto este dato

Pakistán, conocido históricamente por sus turbulencias políticas, sociales y económicas, ha protagonizado en los últimos años una transformación energética tan inesperada como admirable. Lejos de los focos mediáticos occidentales, esta nación del sur de Asia ha iniciado una revolución verde sin precedentes, en la que ha sabido combinar necesidad, oportunidad y visión. Pese a su historial de conflictos y carencias, Pakistán ha decidido cambiar su narrativa a través de una apuesta firme por las energías limpias.

El contexto no era favorable: cortes de luz crónicos, una red eléctrica colapsada y una dependencia excesiva de combustibles fósiles importados. Pero todo eso empezó a cambiar con una serie de decisiones estratégicas que hoy están dando resultados que dejan en evidencia a muchos países occidentales.

Un hombre con auriculares aparece en primer plano sobre un fondo marino con peces y un gráfico de un pez negro con un contorno rojo y una flecha roja apuntando hacia él.
Mauri y un pescado desconocido | TV3, XCatalunya

Una apuesta silenciosa por la autosuficiencia

En vez de esperar soluciones externas, Pakistán optó por algo simple y poderoso: importar paneles solares masivamente, liberar impuestos y dejar que el mercado hiciera el resto. Esta desregulación estratégica, unida a los bajos precios de los módulos solares procedentes de China, permitió una rápida expansión del autoconsumo energético. Hoy, miles de tejados de fábricas, granjas, comercios y hogares brillan con energía solar, alimentando desde bombillas hasta redes de producción industrial.

La idea era clara: si la red no responde, créate la tuya. Y eso hicieron. En el último año, el país ha vivido una explosión de instalaciones solares privadas, muchas con baterías de litio o inversores híbridos, permitiendo independencia energética total o parcial sin necesidad de esperar una mejora estructural del sistema público.

Una movilidad eléctrica con sello local

La transición también ha llegado al sector del transporte. En un país donde millones de personas utilizan motos o pequeños vehículos para desplazarse, los fabricantes locales han detectado una oportunidad de oro. Empresas emergentes como Jolta Electric o Vlektra han empezado a producir motocicletas eléctricas asequibles y adaptadas a las necesidades urbanas. Mientras tanto, grandes nombres como BYD han anunciado inversiones millonarias en fábricas de coches eléctricos y estaciones de recarga.

Un hombre hablando en un evento con un micrófono en la oreja y un recuadro que muestra un techo bajo la lluvia.
Francesc Mauri y un círculo con un paisaje lluvioso | ACN, XCatalunya, Getty Images Signature

Lo más interesante es que esta transición está ocurriendo desde abajo: no se trata de coches de lujo para élites urbanas, sino de vehículos eléctricos ligeros, funcionales y económicos. Una revolución popular, pragmática y eficaz que no espera promesas sino que crea soluciones.

Un cambio de mentalidad institucional

Pero esta transformación no sería posible sin una reorientación del aparato estatal. Durante décadas, Pakistán fue rehén de crisis internas y dependiente de ayudas externas. Hoy, aunque siguen existiendo grandes retos, el país está demostrando una nueva capacidad de gobernanza centrada en la resiliencia climática. Iniciativas como la campaña de reforestación masiva “Ten Billion Tree Tsunami” son una muestra del giro político y social hacia una conciencia ambiental real.

Este esfuerzo se complementa con objetivos ambiciosos dentro del Acuerdo de París, comprometiéndose a reducir un 50 % sus emisiones proyectadas para 2030, parte de ello sin condiciones externas. Es decir, Pakistán ya no espera ser salvado: ha decidido salvarse a sí mismo.

Una lección para Europa

Mientras en Europa se discuten reformas, se imponen trabas burocráticas y se duda de cada paso hacia la transición energética, Pakistán avanza con una estrategia clara: facilitar, no entorpecer. Sin grandes alardes ni cumbres internacionales, el país está construyendo una infraestructura limpia desde los tejados hacia abajo, desde las personas hacia el sistema.

Y aquí viene el dato que lo resume todo: en 2024, Pakistán importó 22 gigavatios en paneles solares, más que todo lo que ha instalado Canadá en su historia. Una cifra que deja claro que, en energía limpia, ya no basta con prometer: hay que actuar.