Dos semanas después del apagón general del lunes 28 de abril, tenemos todavía muchas dudas y pocas certezas respecto a que pasó y, sobre todo, qué hay que hacer de cara a futuro para evitar encontrarnos en situaciones similares. El que sí que tenemos, y en abundantes dosis, es una politización interesada y malintencionada del debate sobre el modelo energético. Que un tema se eleve al atril del Parlamento no es en sí malo.
De hecho, la politización es la condición necesaria para abordar, y eventualmente encontrar solución e implementarla, en los grandes retos de la sociedad. Aun así, no es una condición suficiente, sobre todo si la profundidad argumental se basa en falsas dicotomías y/o eslóganes demagogos, vacíos de contenido.
Según datos de la Generalitat (Balance de energía eléctrica de Catalunya), la producción bruta de energía eléctrica a casa nuestra en 2023 fue de 41’082.3 GWh, ligeramente por debajo del consumo en el mismo periodo, que ascendió a 41’120.3 GWh. Si hacemos doble clic al mix de producción, veremos que el 57% de esta tuvo origen a los reactores nucleares operativos en el país, Ascó I e iI y Vandellós II.

La energía atómica fue pues, con mucha diferencia, la fuente de energía principal de Catalunya en 2023, lejos de las renovables (18%) y de la generación por ciclo combinado (15%).
Es bueno partir de la realidad y entender que de cada diez veces que Carles Porta pone luz a la oscuridad, seis lo hace con energía proveniente de la malévola fisión atómica, con DO del Camp de Tarragona y Terres de l'Ebre.
Y todavía es más importante saber que esto tiene fecha de caducidad: el gobierno español tiene aprobado un calendario de desmantelamiento de reactores nucleares a nivel estatal, que pondrá fin a las operaciones tanto de Ascó (I e iI) como Vandellós II en 2030, 2032 y 2035 respectivamente. Catalunya verá pues reducida, en cifras actuales, cerca de tres quintas partes de su producción eléctrica en los próximos siete años.
Mientras Vicent Partal hace pisarritas sobre el Curdistán y el AHORA “mapea” los rostros de la ultraderecha en Cataluña, el país corre el riesgo de apagarse, literalmente. Al más puro estilo del emperador que desfila desnudo ante sus súbditos para que admiren sus ropajes, los responsables políticos tanto estatales como catalanes parecen no inmutarse ante el abismo que tenemos a tocar.

Pedro Sánchez y la energia nuclear
Mientras Pedro Sánchez se permite decir en sede parlamentaria que la energía nuclear es parte del problema, la Unión Europea aprueba planes de descarbonización incluyendo la fisión nuclear del brazo de las energías renovables. Europa ha entendido que la dicotomía es bien sencilla. Si queremos dejar de quemar gas y emitir C02, o bien llenamos el Empordà, el Priorat y la Garrotxa de molinos de viento o bien abordamos el debate de las nucleares de una forma racional, estratégica y pragmática.
La soberanía energética es un tema capital para la construcción nacional. Una Catalunya con generación eléctrica deficitaria respete su consumo pasará a depender o bien de la energía nuclear importada de Francia (viva la coherencia!) o de la energía eólica y solar producida al resto del Estado. Solo un dato: nuestros vecinos del Aragón generaron al 2023 22’350 GWh (78% de los cuales de origen renovable) y tan solo consumieron borde 9’990.
Si los planes de cierre de las nucleares prosperan, la economía catalana estará de facto trasladando su sala de máquinas de Vandellós y Ascó al parque eólico de La Muela, en Zaragoza. A nivel de soberanía, sería menos oneroso conceder 20 diputados en el Parlamento de Catalunya por la provincia de Zaragoza que no cederlos los plomos y la clave de la energía. Compromiso de Caspe versión 2.0.
Combatir el cierre de las nucleares tiene que ser la batalla capital de la próxima década de la economía catalana. Catalunya necesita una fuente de energía estable y de bajo coste para que su industria sea competitiva y las instituciones catalanas necesitan no tener la espada de Damocles de un apagón energético instigado por sus vecinos en caso de conveniencia.

Mantener las nucleares, muy necesario
Si mantener las nucleares es prioritario, lo tiene que ser también en consecuencia su abastecimiento. Cuando España y Catalunya (Europa parece que ya lo ha hecho) despierte de su sueño dogmático respecto de las nucleares, se dará cuenta de la importancia del control sobre la materia prima clave por el funcionamiento de las centrales nucleares: el uranio.
Actualmente, España importa casi bien un 40% del uranio que consumen sus reactores nucleares de Rusia. Aun así, dispone de unas reservas estratégicas en la localidad de Retortillo, provincia de Salamanca, capaces de proveer su consumo durante al menos 10 años. Estas reservas, propiedad de la empresa de matriz australiana Berkeley Energía, podrían empezar a ser explotadas en un plazo de 12-18 meses, según fuentes de la propia empresa.
Actualmente, la ley 7/2021 de cambio climático y transición energética prohíbe la extracción de este material a causa de los residuos radiactivos que generaría su minería. Un cambio de ciclo político en el Estado, o bien una llamada desde Bruselas, podría revertir la situación bien pronto.
Catalunya haría bien no solo de ejercer presión política para evitar el desmantelamiento de su parque nuclear sino también de asegurarse un acceso barato y seguro al uranio. El Libro Roig de 2024 de la Agencia de Energía Nuclear (NEA) señala la presencia de reservas de uranio, más allá de las de Retortillo, en el Estado español, parte de las cuales podrían estar en Catalunya, según indica el Instituto Geológico y Minero de España.
Estas reservas serían a la mina Eureka, en el Pallars Jussà, instalaciones ya prospeccionadas en 60 y descartadas por su carencia de viabilidad económica. La evolución de la técnica y la actual coyuntura podrían aconsejar volver a abrir este expediente.
Mantener nuestra capacidad nuclear y asegurar el aprovisionamiento con uranio catalán sí que sería una verdadera estructura de Estado. Para hablar seriamente en Catalunya de energía nuclear hace falta pues entonar muy fuerte el eslogan Drill, Catalonia, drill!