El Hostal de Pinós (Solsonès) cumple 500 años y este jueves lo ha celebrado con una visita teatralizada y una charla sobre la historia, entre otras actividades. "Hay algo de nerviosismo y también muchas ganas", ha explicado la propietaria del establecimiento, Mònica Segués. Está considerada la fonda más antigua de Cataluña, ya que funciona de forma ininterrumpida desde el año 1524. Durante cinco siglos, se han servido comidas.
"Era un albergue sencillo y modesto que cumplía la función de resguardarse y comer sopa caliente y algo de carne", explica la historiadora Laura de Castellet. En los años 70 dejó de hacer de hostal pero ha mantenido su actividad de restaurante. "Seguimos haciendo cocina tradicional catalana porque funciona", explica Segués.
Este jueves por la mañana, la actividad en el Hostal de Pinós era muy especial por su 500 aniversario. A las diez y media de la mañana se ha hecho una misa ya continuación el estreno de una visita teatralizada. Entre las personas que lo han vivido con más ilusión estaba la actual propietaria, Mònica Segués.
"Cuando cogimos el negocio hace 22 años no pensábamos en ello, que haría 500 años, y ahora hace mucha ilusión, de poder vivirlo", ha explicado. Sin embargo, los nervios tampoco han faltado, admitía, conscientes de que hoy era un día con mucha trascendencia.
Donde antiguamente había camas de paja, ahora hay mesas y sillas donde se sirven comidas todos los días excepto el martes que es el día de descanso semanal. Situado en medio de Catalunya, el Hostal de Pinós abrió puertas por primera vez en 1524 y, desde entonces, nunca ha dejado de servir comidas.
Actualmente tiene una clientela "muy fiel" si bien en temporadas como en agosto también les llegan visitantes de sitios más lejanos. Y es que el hostal tiene otro encanto, su lugar privilegiado. Está situado en lo alto de una colina a 900 m por encima del nivel del mar, y junto al Centro Geográfico de Catalunya.
Segués explica que también hay un grueso importante de motoristas, ciclistas y personas que realizan senderismo en la zona. A todos ellos les sirven, sobre todo, desayunos. El negocio está a pleno rendimiento. "Funciona más que nunca y creo que debería valorarse más, tener un restaurante de 500 años y poder coger producto de aquí, mejor imposible", afirma.
Sin embargo, la principal dificultad es encontrar personal para trabajar, una tendencia generalizada, pero que, en el caso de Pinós, es aún más difícil. "Somos muy pocos habitantes en Pinós y debemos rascar de las poblaciones de los alrededores y nos cuesta mucho", admite.
Un hostal con 500 años de historia
Actualmente son pocos los elementos originales que quedan de sus comienzos. "Queda muy poco", como las paredes actuales, explica la historiadora Laura de Castellet, que este jueves ha dado una charla. Destaca la inscripción en la entrada donde se lee que "en el hostal, sin dinero, no dan nada" y elementos más novedosos del siglo XIX como el dintel donde dice cocina y elementos como el fuego en el suelo. Sin embargo, la historiadora remarca que "la manera de cocinar no ha cambiado mucho desde aquella época, cuando se hacían sobre todo carnes asadas, sartenes con mango largo, mortero y picadita", detalla.
Sus orígenes se remontan a 1524 cuando abrió puertas como fuente de recursos para construir un santuario. La historiadora recuerda que en 1507 se dijo que "había aparecido la Virgen" y eso hizo que el sitio se "empezara a poner de moda". Este, además, era un emplazamiento clave porque pasaba un camino ganadero por donde se hacía la trashumancia y otro camino que atravesaba la sierra. Según la historiadora, "era una suerte de rotonda de autopista de la época".
Este era un hostal "sencillo y modesto" -los clientes dormían en el suelo con colchonetas- pero que hacía una gran función: resguardar de la intemperie a las personas que pasaban. En la cocina de sus inicios, no había pan con tomate ni patatas, por ejemplo, porque hacía poco que se había descubierto América y los productos allí todavía no habían llegado.
Entre la documentación histórica, se ha conservado un contrato de 1703 donde se pide al arrendatario que tenga siempre "pan, vino, agua, paja y avena" para personas y bestias y "otros manjares que sean bien vistas". Sí hubo un elemento decisivo para el recetario: la llegada masiva de franceses (occitanos) en el siglo XVII que trajeron, entre otras cosas, "la pasión por las setas" con recetas nuevas.
Durante muchos siglos dependió de la orden del hospital, pero el siglo XIX pasó a manos de privados en plena desamortización de los conventos urbanos. Concretamente, en 1879, año en que salió a subasta y desde entonces fue pasando por distintas manos de privados hasta el día de hoy.