La reciente DANA que golpeó con furia la Comunidad Valenciana ha dejado una estela de destrucción y pérdida humana. Las imágenes de calles inundadas, viviendas arrasadas y personas atrapadas por el agua reflejan una catástrofe que, según expertos y ciudadanos, podría haberse mitigado.
Numerosos organismos y sistemas de prevención, teóricamente diseñados para anticiparse a eventos de este tipo, fallaron en su tarea. Las críticas apuntan directamente a la falta de eficiencia y coordinación en la respuesta institucional. Que, como en tantas ocasiones anteriores, se vio superada por el poder de la naturaleza y su incapacidad para prevenir una tragedia que, en parte, se consideraba evitable.
Entre los mecanismos de protección que generaron más controversia está el Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH), dependiente del Gobierno central. Este sistema, que cuesta más de 2 millones de euros al año a la Comunidad Valenciana, fue implementado con el objetivo de monitorizar los niveles de los caudales de los ríos.
Y detectar posibles crecidas que pudieran poner en riesgo la vida y los bienes de los ciudadanos. Sin embargo, en esta ocasión, el SAIH no funcionó como se esperaba, dejando a los habitantes del Levante desprotegidos ante una riada devastadora.
Un alto costo para un sistema fallido
El SAIH se presenta como un sistema avanzado y esencial en la gestión de fenómenos hidrológicos extremos. Gracias a una red de sensores distribuidos estratégicamente en ríos y zonas fluviales, el sistema tiene la capacidad de detectar incrementos súbitos de caudal y enviar alertas de forma inmediata. Estos datos deberían servir para que las autoridades actúen de forma rápida y preventiva, evacuando áreas de riesgo y estableciendo planes de emergencia.
No obstante, en la reciente DANA, este costoso sistema resultó ineficaz. A pesar de los 2 millones de euros anuales que se destinan solo a la Comunidad Valenciana, la red del SAIH no pudo llegar a prevenir las numerosas consecuencias fatales. De las lluvias torrenciales, que se cobraron vidas y causaron daños incalculables.
Los críticos del SAIH señalan que el problema radica en la falta de actualización y mantenimiento de los sistemas de medición. Que en muchas ocasiones no captan con suficiente precisión los cambios repentinos de caudal.
Además, existen cuestionamientos sobre la escasa o nula conexión entre el SAIH y otros organismos de emergencia, lo que impide una respuesta coordinada y efectiva. La inversión anual parece quedar relegada a un sistema cuya operatividad y eficacia son, en la práctica, muy limitadas.
¿Por qué el SAIH no evitó la tragedia?
La cuestión de fondo se centra en si el SAIH es realmente efectivo para cumplir su propósito o si su existencia es una simple fachada para justificar una inversión millonaria. Las críticas más duras sugieren que el sistema se ha convertido en una especie de “tecnología de escaparate”, muy costosa y diseñada para transmitir la idea de prevención.
Pero sin verdadero impacto en el terreno. Durante la DANA, la falta de alertas efectivas y de coordinación dejó a muchas personas sin la oportunidad de escapar de una catástrofe anunciada.
La dependencia del SAIH en la tecnología y su escasa flexibilidad para adaptarse a situaciones excepcionales también han sido cuestionadas. A pesar de sus avances teóricos, la realidad mostró una falta de integración entre el SAIH y los equipos de emergencias. Que apenas disponían de la información necesaria en tiempo real para actuar de manera preventiva.