Un relámpago, la chispa que encendió la montaña. La tarde del sábado trajo consigo una de esas estampas de la naturaleza que combinan una belleza temible con un poder destructivo inmenso. Una tormenta seca, fenómeno cada vez más habitual en los veranos pirenaicos, descargó su furia sobre las cumbres, y uno de sus brazos eléctricos se convirtió en el detonante de un incendio forestal que puso en jaque a los servicios de emergencias en un paraje de excepcional complejidad.
El aviso llegó a las 19:03 horas. La columna de humo, visible desde varios puntos de los valles altos, no dejaba lugar a dudas: el fuego había prendido con fuerza en un entorno de alta montaña. Inmediatamente, se activó un importante dispositivo de los Bombers de la Generalitat, conscientes de que cada minuto era crucial para evitar que las llamas se adentraran en una masa forestal densa y de difícil acceso. La lucha contra el tiempo y el terreno acababa de comenzar.
Un rayo desata las llamas en el Pirineo
El origen del fuego se localizó en el término municipal de Alins, en la comarca leridana del Pallars Sobirà, una de las joyas del Pirineo catalán. Concretamente, las llamas comenzaron a devorar la vegetación por encima del barranco del Boixedó, un enclave agreste y escarpado situado a pocos kilómetros de la frontera con Andorra.

Este tipo de incendios, conocidos como incendios de rayo, presentan un desafío particular, ya que suelen declararse en cotas elevadas y puntos remotos, lejos de cualquier camino o pista forestal que facilite la llegada de los equipos de extinción.
El fuego, avivado por la sequedad del ambiente y la vegetación acumulada, comenzó a avanzar ladera arriba, en una carrera implacable hacia la cresta de la carena. Este comportamiento, aunque previsible, complica enormemente las tareas de control, ya que el propio incendio genera corrientes de aire ascendentes que aceleran su propagación y dificultan el trabajo de los medios aéreos por las turbulencias.
La zona afectada, caracterizada por bosques de pino negro y abeto, así como pastos subalpinos, posee un altísimo valor ecológico. Es el hábitat de especies de fauna y flora adaptadas a las duras condiciones de la alta montaña, y cualquier alteración de este frágil equilibrio supone una pérdida irreparable que tarda décadas, si no siglos, en recuperarse por completo.
Despliegue de medios en un terreno hostil
La respuesta de los Bombers de la Generalitat fue contundente y adaptada a la orografía del terreno. Siete dotaciones terrestres se movilizaron hacia los puntos más cercanos posibles, enfrentándose a un acceso complicado que requería vehículos especializados y largas caminatas cargando material. Su labor es fundamental para establecer líneas de defensa, enfriar el perímetro y atacar directamente las llamas en los flancos más accesibles.
Sin embargo, en un escenario como el de Alins, el verdadero protagonismo recae en los medios aéreos. Dos avionetas de vigilancia y ataque y tres helicópteros bombarderos fueron despachados a la zona.

Estas aeronaves son esenciales para descargar agua y retardante en la cabeza del incendio, la parte más activa y peligrosa, y para transportar al personal del Grupo de Actuaciones Forestales (GRAF) a puntos estratégicos donde su intervención puede ser más efectiva. La coordinación desde el aire es vital para dirigir la estrategia y garantizar la seguridad de todo el personal implicado en una operación de alto riesgo.
La proximidad del anochecer se convirtió en otro enemigo para los equipos de extinción. Con la caída del sol, los medios aéreos se ven obligados a retirarse por seguridad, dejando toda la responsabilidad del control del fuego en manos de las unidades terrestres, que deben trabajar durante toda la noche en condiciones de visibilidad reducida y en un entorno que no perdona el más mínimo error.