Una jornada que se anticipaba de ocio y desconexión para miles de ciudadanos se ha transformado en una prueba de paciencia sobre el asfalto. La gran operación salida de este fin de semana, impulsada por las favorables previsiones meteorológicas y el inicio de las vacaciones para muchos, ha mostrado su cara más amarga en una de las arterias viales más importantes del país, donde la combinación de un éxodo masivo y varios incidentes ha generado un colapso kilométrico.
El escenario de estas complicaciones ha sido, una vez más, la autopista AP-7, un eje vertebrador que canaliza el denso tráfico del área metropolitana de Barcelona hacia las populares zonas costeras. Durante la mañana de este sábado, la vía ha sufrido las consecuencias de dos accidentes consecutivos que han puesto en jaque la fluidez del tráfico, especialmente en dirección sur, convirtiendo el sueño de un rápido escape en una lenta y frustrante procesión de vehículos.
La suma de ambos siniestros ha provocado una serpiente de metal y asfalto que ha alcanzado los 16 kilómetros de longitud, afectando a miles de conductores.

Un nudo en Sant Cugat
El primero de los focos de tensión se localizó en el tramo central de la autopista, a la altura de Sant Cugat del Vallès. Un accidente en el que se vieron implicados varios vehículos desató el caos en sentido Tarragona. El impacto obligó a las autoridades a tomar medidas inmediatas, procediendo al corte de uno de los carriles para facilitar las labores de asistencia y la retirada de los coches siniestrados.
Esta acción, aunque necesaria, tuvo un efecto dominó inmediato. La congestión comenzó a crecer rápidamente desde Cerdanyola, generando una cola de hasta ocho kilómetros. Los conductores se vieron atrapados en un embudo que ralentizó drásticamente la marcha, sumando una considerable demora a sus trayectos y elevando la tensión en un día que debía ser de descanso.
Martorell se suma al caos
Por si la situación no fuera suficientemente compleja, un segundo incidente previo, ocurrido en las inmediaciones de Martorell, vino a agravar las ya existentes retenciones en la misma dirección. Aunque los detalles de este segundo siniestro no han trascendido con la misma profusión, su impacto fue clave para consolidar el colapso en la AP-7. Este nuevo obstáculo se sumó a la congestión originada en Sant Cugat, creando un panorama vial extraordinariamente complicado en todo el corredor sur.

Pero los problemas no se limitaron únicamente a la dirección Tarragona. En sentido contrario, hacia Girona, la autopista también presentaba un estado preocupante, con otros ocho kilómetros de circulación densa y paradas intermitentes en el tramo comprendido entre Mollet y la Roca del Vallès, evidenciando la saturación generalizada de la vía.
El éxodo de verano y sus consecuencias
Estos incidentes se enmarcan en un contexto de movilidad excepcional. El Servei Català de Trànsit ya había puesto el foco sobre la AP-7, previendo una de las operaciones salida más intensas del año. Las estimaciones oficiales apuntaban a que cerca de 480.000 vehículos abandonarían el área de Barcelona entre el viernes por la tarde y este sábado, una cifra que explica la alta densidad de tráfico desde primera hora.
La jornada del viernes ya sirvió como un funesto presagio de lo que podría ocurrir. Se registraron picos de retenciones que superaron los 40 kilómetros en diversos puntos de la misma autopista. A la masiva afluencia de coches se unió un factor meteorológico adverso. Los intensos chubascos y las tormentas de granizo que barrieron comarcas como el Maresme y el Vallès Oriental complicaron aún más la circulación, reduciendo la visibilidad y creando condiciones peligrosas que contribuyeron a la formación de largas colas.