En un mercado donde la innovación suele marcar tendencia, a veces el éxito llega desde la tradición, desde aquello que conecta directamente con el paladar y con la tierra. Eso es exactamente lo que está ocurriendo con un postre sencillo, pero que ha despertado pasiones en Catalunya: un producto local, artesanal, humilde, que arrasa en los lineales de Bonpreu.
A medida que los consumidores se alejan de los productos ultraprocesados, ganan protagonismo aquellos alimentos con ingredientes reconocibles, orígenes claros y una historia detrás. Cada vez más personas buscan marcas que representen valores: autenticidad, calidad, proximidad, sostenibilidad. Y en este caso, también, identidad.
En este contexto ha aparecido un producto que lo tiene todo para seducir a los más exigentes. No lleva aditivos innecesarios, no es un producto de marketing vacío. Lo que ofrece es sabor, textura, respeto por la tradición… y una apuesta muy clara por algo que pocos se atreven a defender abiertamente: la lengua catalana.

Una propuesta que conecta con la emoción
Muchos consumidores se han encontrado con él por casualidad. Al principio, puede parecer solo un postre más. Un pequeño envase redondo, con una estética cuidada y una ilustración que recuerda a los antiguos carteles dibujados a mano. Pero al probarlo, la sorpresa es inmediata: su sabor es diferente. Mejor. Real.
La textura es cremosa, suave pero intensa. No es el típico postre genérico y sin alma que encontramos en cadenas industriales. Y eso tiene una explicación: detrás hay un proceso artesanal, con ingredientes locales, como la leche de granjas de Osona. Todo ello contribuye a esa sensación de “postre de antes”, pero actualizado al siglo XXI.

Muchos compradores han compartido en redes su experiencia tras descubrir este producto, resaltando tanto su sabor como el orgullo que sienten al consumir algo que claramente apuesta por el territorio y la identidad catalana. Y eso no se refiere solo al origen de los ingredientes.
Más que un postre: un gesto cultural
Uno de los detalles que más comentarios ha generado es la etiqueta del producto. No por el diseño, sino por el idioma. A diferencia de muchas marcas que optan por el castellano o el inglés para tener un alcance más amplio, esta marca ha tomado una decisión poco habitual: etiquetar exclusivamente en catalán.
Ni traducciones, ni múltiples idiomas, ni textos neutros. El envase está escrito 100% en catalán. Eso incluye el nombre del producto, los ingredientes, las instrucciones, e incluso los valores nutricionales. Todo en la lengua propia del territorio donde se produce y se comercializa.
Y aquí llega el detalle brillante: quienes necesiten información en castellano, inglés o francés, pueden escanear un código QR en el envase. Así, se ofrece accesibilidad sin renunciar a la identidad. Una solución tecnológica que no compromete el mensaje: esto es producto catalán, hecho aquí, pensado desde aquí.
El producto y la razón de su éxito
¿Qué es exactamente este postre que ha conquistado a miles de personas en Bonpreu? Se trata del flan de queso al baño maría de la marca Terra i Tast. Un postre artesanal, elaborado con leche de proximidad y sin aditivos artificiales, que recuerda al que haría cualquier abuela en casa con mimo y paciencia.
Pero lo que ha convertido este flan en un fenómeno no es solo su sabor. Lo que ha enamorado a muchos es su decisión de etiquetar únicamente en catalán. En un momento donde tantas marcas ocultan su identidad para agradar a todos, Terra i Tast ha apostado por lo contrario: ser fiel a quien es.
Y al hacerlo, no solo ha conquistado el paladar de los consumidores, sino también su corazón. Porque a veces, el ingrediente más potente no está en la receta, sino en el respeto por una lengua y una tierra.