El día antes del cierre definitivo del restaurante de la cima de la Mola después de casi 60 años de servicio, una cincuentena de excursionistas y fieles clientes han subido para protestar contra una decisión que consideran "injusta" y "desproporcionada". Entre gritos de 'Queremos desayunar', 'La Mola es de todos' y 'Gomar dimissió', los concentrados, con la familia propietaria del negocio visiblemente emocionada, criticaron que el plan de la Diputación de Barcelona para preservar el monasterio y el entorno sería compatible con el mantenimiento del negocio.
"Vemos bien que se hagan obras y se preserve el entorno, pero las formas no han sido las correctas", ha apuntado Rosa Alsina. Los propietarios han dicho sentirse "como si los desahuciaran de su casa". En el restaurante de la Mola, lleno hasta los topes durante toda la mañana, nada hacía indicar que mañana será su último día abierto después de 58 años. Con las emociones a flor de piel, su propietario, Joan Bernadí, ha reconocido estar "triste y decepcionado" por la decisión tomada por la Diputación de Barcelona de cerrar el establecimiento para frenar la degradación del monasterio y de su entorno.
Su hijo Ferran, entre lágrimas, ha reconocido que son momentos duros para la familia porque es como si los echaran de casa. Sin embargo, ha agradecido el apoyo y calor recibido por parte de las decenas de clientes que han subido este sábado a la cima. "Estos 58 años han merecido la pena viendo el cariño de la gente", ha añadido.
Excursionistas y clientes protestan
Padre e hijo lamentaron que se les haya "culpabilizado" y aseguraron que con restaurante o sin la cima de la Mola será un lugar muy visitado. Los excursionistas y clientes se han subido a la Mola para protestar contra el cierre han discrepado de las razones dadas por la Diputación de Barcelona para justificarlo. Aseguran que el negocio no es el culpable de la degradación de la Mola. "Es la cima del Vallès y con restaurante o sin la gente seguirá subiendo", ha asegurado Orland Pons.
Muchos de los participantes en la protesta eran vecinos del entorno que suben a La Mola a menudo desde hace años. Uno de ellos, Rosa Alsina, explica que lleva 50 años visitando la cima y que está triste por la manera en que se han hecho las cosas. En este sentido, ha recordado que la familia propietaria llevan 58 años llevando el negocio y que la manera de echarlos no ha sido la correcta.
Aquí, ha dejado claro que todos los espacios naturales necesitan un mantenimiento para evitar su degradación, pero que estos trabajos se podrían realizar con el restaurante abierto. Toni Pérez, a su vez, ha asegurado que las razones dadas por la Diputación para justificar el cierre "no se aguantan por ninguna parte" y que demuestran que quien ha tomado la decisión no conoce a La Mola.
"Lo que dice la Diputación no es verdad, y yo les pregunto porque no han hecho hasta ahora nada de lo que han anunciado", ha remachado Orland Pons. Los excursionistas han dejado claro que seguirán subiendo a La Mola como hasta ahora pero han reconocido que sin el restaurante "no será lo mismo".