El despertador de laSexta regresó del verano con ritmo habitual, pero el anfitrión apareció con un gesto divertido y algo incómodo. La escena duró segundos, lo justo para que el programa dejara claro que la vuelta llegaba con novedades y un pequeño contratiempo técnico. El presentador explicó que el set había sido remozado y, entre bromas, deslizó que la proporción no favorecía a nadie en la mesa. La frase fue directa y eficaz en audiencia: “ha habido un pequeño problema, nos han empequeñecido, parecemos Minions”, ironizó al arrancar la temporada.
La octava temporada arranca con liderazgo
El comentario vino acompañado de planos buscando encuadres más amables y de chanzas con colaboradores, que admitieron sentirse raros con la nueva mesa. La autorreferencialidad con sello Arús sirvió para normalizar el fallo y seguir el guion sin mayores sobresaltos. Más allá del tropiezo de arranque, el retorno llegó con músculo de audiencias y objetivos claros de crecimiento editorial. La cadena anunció el inicio de la octava temporada con datos de liderazgo sostenido y un matinal que mantiene cuatro horas en directo.
La estrategia incorpora continuidad en tono, contenidos virales y el humor reconocido por el público matinal. La novedad pasa por el regreso de Aruser@s Weekend desde el 6 de septiembre, ahora en mañanas y con Hans Arús al frente. El propio Alfonso avisó en directo de “problemas” con su hijo por “robar” secciones emblemáticas, incluido el “imbécil de la semana”. El spin-off dominguero pretende cebar piezas inéditas y reforzar la conversación social de lunes a viernes.

Del susto de Vaquerizo al debate marino
Con el plató ya presentado, el programa se centró en el regreso de Mario Vaquerizo en Starlite, tema que generó inquietud. Arús pidió prudencia al recordar la caída sufrida por el artista meses atrás y subrayó que el número seguía siendo tan vistoso como potencialmente arriesgado. La lectura fue prudente, sin dramatismos, y conectó con el archivo reciente del espectáculo musical. El matinal también recuperó un viral veraniego sobre las medusas “huevo frito”, asunto tratado con humor y un punto de escepticismo.
El presentador celebró la divulgación, pero cuestionó cierto fervor reverencial hacia los animales en redes, buscando equilibrio entre conciencia ecológica y sentido común. La mesa acompañó con datos y experiencias, manteniendo el pulso ágil que define la fórmula del programa. La pequeña gran queja tuvo efecto colateral positivo: reavivó el debate sobre cómo los programas juegan con sus propias costuras en directo. En el caso de Aruser@s, la autocrítica irónica funciona como cortafuegos, porque crea complicidad con una audiencia acostumbrada al backstage televisivo.
Esa dinámica no es nueva en el formato y ha aflorado en otras ocasiones señaladas. El historial reciente muestra a un presentador que no evita parar la escaleta cuando algo chirría y lo comparte con su público. Esa transparencia, a veces bronca y a veces juguetona, ha terminado por formar parte del personaje televisivo, con episodios donde verbalizó incomodidades sin maquillajes innecesarios en plena emisión. El espectador sabe que esa franqueza también es parte del espectáculo matinal.