Los más pequeños echan la cuenta atrás para recibir sus regalos. El Tió, Papa Noel, Reyes Magos... Cada familia celebrará un día. O varios. O todos. Los que se han portado bien tendrán su compensa. Los más traviesos recibirán sus dosis de carbón. Seguro que algunos estarán preocupados a ver si son de los unos o de los otros hasta el último momento.
No nos engañemos. Los padres no regalarán carbón a sus hijos. Como mucho, carbón de azúcar. El que se puede encontrar en todas las tiendas de chuches. Los mismos padres que tienen la misma ilusión (o más) que los niños durante estas fechas. Compran regalos pensando en la ilusión de los más pequeños. Y los esconden. Y los envuelven, para generar emoción y sorpresa.
Hasta hace poco. Porque la última locura woke pasa por no envolver los regalos. Dicen que genera ansiedad a los niños, niñas y niñes mientras los desenvuelven. Es mejor dárselos directamente, da igual que vean lo que es.
Lo explica la maestra de primaria y comunicadora, Neus Rossell. En un mensaje publicado en sus redes sociales se hace eco de la última percepción que tenido como profesional de la enseñanza. Doncs es veu que hi ha un moviment que consisteix en no embolicar els regals perquè no saber què hi ha a dins genera ansietat. Som-hi.
Envolver los regalos de Navidad
La costumbre de envolver regalos, ya sea en Navidad, cumpleaños u otras celebraciones, tiene un origen antiguo que ha evolucionado con el tiempo. Aunque hoy en día nos resulta natural presentar un regalo envuelto en papel decorativo, su historia tiene raíces culturales, prácticas y simbólicas que han perdurado hasta la actualidad.
La práctica de envolver regalos no es moderna; sus orígenes se remontan a las antiguas civilizaciones de Asia y Egipto. En la dinastía Song de China, entre los siglos X y XIII, existía la costumbre de envolver regalos con fukusa, piezas de tela de seda que se ofrecían en ceremonias formales. Estos envoltorios servían no solo para proteger el contenido, sino también como símbolo de respeto y buen augurio. En Japón, esta tradición ha perdurado hasta la actualidad mediante el furoshiki, una técnica para envolver objetos con telas reutilizables. Este método es ecológico y artístico y refleja cuidado y atención hacia la persona que recibe el regalo.
En el mundo occidental, envolver regalos surgió inicialmente como una necesidad práctica. En el siglo XIX, el papel de regalo era principalmente papel de seda o incluso periódicos, utilizados para proteger el objeto y ocultar su contenido. En Estados Unidos, el concepto del papel de regalo decorativo se popularizó a comienzos del siglo XX. En 1917, la empresa de los hermanos Hall, fundadores de Hallmark, comenzó a vender papel con diseños llamativos después de quedarse sin papel de seda durante la Navidad. Este nuevo papel decorativo fue un éxito inmediato, y desde entonces se convirtió en un elemento imprescindible en celebraciones y festividades.
El acto de envolver regalos tiene un importante simbolismo. Por un lado, oculta el contenido hasta el momento de ser entregado, creando expectación y sorpresa en quien lo recibe. También refleja dedicación y esfuerzo, mostrando que la persona ha invertido tiempo en preparar algo especial. Además, el envoltorio añade un valor estético y festivo, convirtiendo el obsequio en un símbolo de la celebración. En muchas culturas, como en la japonesa, el envoltorio también tiene un significado profundo, reflejando respeto y buenos deseos para quien lo recibe.
Durante la Navidad y los cumpleaños, envolver regalos se ha convertido en una parte fundamental de la celebración. En Navidad, el envoltorio refuerza la magia del momento. Los regalos colocados bajo el árbol con papeles decorativos de colores festivos crean una atmósfera especial de emoción. En los cumpleaños, el envoltorio personaliza el obsequio y resalta la importancia de la ocasión, añadiendo un toque decorativo que refleja el cariño con el que ha sido elegido.
Envolver un regalo, en lugar de entregarlo sin presentación, tiene varias explicaciones. La principal es el efecto sorpresa, que genera ilusión y emoción. El envoltorio también embellece el regalo y lo hace más especial, dándole una presentación cuidada. Representa, además, un acto de respeto y dedicación hacia la persona que lo recibe, mostrando que el regalo no es algo improvisado. Finalmente, prolonga el momento de entrega, transformándolo en un pequeño ritual lleno de emoción y expectativa.