A sus recién cumplidos 18 años, la Infanta Sofía ha protagonizado su primer desengaño amoroso. Un episodio que, aunque habitual en la juventud, cobra relieve cuando sucede bajo el foco mediático y desde tierras lejanas. Pero antes de entrar en detalles, cabe recordar que Sofía ha crecido en paralelo a su hermana Leonor.
El idilio que floreció en Gales
Durante su segundo año en el UWC Atlantic College de Gales, Sofía experimentó una relación intensa con un joven compañero español. Según fuentes vinculadas al entorno real, fue un noviazgo discreto, pero significativo que se prolongó cerca de ocho meses. Sin embargo, cuando ambos se acercaban a la graduación, la relación se rompió, dejando a la infanta emocionalmente afectada.
El impacto no tardó en notarse. Varios medios destacan que Sofía descendió académicamente, se mostró apática y llegó incluso a perder el apetito, según advirtió la dirección del internado. No era un bajón cualquiera, el corazón de la princesa había sufrido, y mucho.

Intervención profesional y familiar
La ruptura no pasó desapercibida. Se dice que la reina Letizia viajó urgentemente a Gales para estar junto a su hija —una muestra de que, más allá del protocolo, el instinto maternal primó sobre todo. A su llegada, se encontraron con una joven que, según allegados, pasaba muchas horas recluida; era evidente que necesitaba apoyo.
Este no lo ha encontrado sola: desde hace años, la Infanta mantiene un seguimiento con psicólogos especializados. Esta red profesional ha sido clave para ayudarla a recuperar la estabilidad emocional, un alivio tanto para la joven como para sus padres.
Puerta hacia una nueva etapa
A menudo, los primeros desamores marcan un antes y un después. En su caso, las redes sociales celebran su proceso de maduración. Algunas publicaciones apuntan que, pese al sufrimiento, Sofía estaría aprendiendo a reconectar consigo misma. El mensaje subyacente es claro: este capítulo no solo ha dejado heridas, sino también enseñanzas que fortalecerán su identidad.

El contexto lo enmarca todo: mientras Leonor se encamina hacia una formación militar —confirmada por Zarzuela en abril como no contemplada para Sofía—, la infanta puede escoger libremente su camino académico y personal. Una ruptura así, en estas circunstancias, podría ser el detonante para definir sus propios intereses lejos del reflejo de su hermana.
El apoyo real que construye futuro
Lejos del sensacionalismo, lo relevante aquí es la cercanía familiar y profesional que ha acompañado a la infanta. Que Letizia hiciera el viaje hasta Gales, y que exista un seguimiento psicológico activo, revela una Casa Real sensible a las emociones de sus hijos. Es la confirmación de que, detrás de los actos oficiales, los miembros reales también son una familia con sus miedos y sus caídas.
Además, su retorno tras la graduación en junio ofrece una nueva oportunidad. Se une a un entorno más conocido, con proyectos por delante, y sin la presión de un futuro militar. Es, quizá, el momento de reconstruirse y redefinirse, sabiendo que su familia respalda cada paso.