Las últimas imágenes de la familia Urdangarin Borbón han sacado a la luz el profundo malestar que los hijos de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin sienten hacia la nueva pareja de su padre, Ainhoa Armentia, con quien mantiene una relación desde hace ya tres años. Lejos de tratarse de un encuentro relajado y cordial, las instantáneas captadas en un día de campo y comida en un caserío reflejan tensión e incomodidad en cada gesto. Esta situación, según señalan expertas en comunicación no verbal y psicología, pone de manifiesto cómo Iñaki ha fallado a la hora de ejercer de “puente” entre sus hijos y su nueva compañera de vida.
En las fotos, Juan Valentín, Pablo, Miguel e Irene Urdangarin aparecen con el semblante serio, una actitud distante y posturas que traslucen el deseo de no encontrarse allí. La infanta Cristina, por su parte, había evitado por todos los medios llegar a este escenario de convivencia forzada. Es evidente que el plan no ha contado con el beneplácito de la madre de los jóvenes, quien ve a Armentia como la principal responsable de la ruptura y el dolor que ella misma ha padecido públicamente. Según la psicóloga Lara Ferreiro, este contexto genera en los hijos “una presión enorme al saberse partícipes de algo que hace daño a su madre”.
Experta en comunicación no verbal
La experta en lenguaje no verbal Vanessa Guerra añade que en ningún momento se aprecian muestras de interacción real o contacto cercano entre los chicos y Ainhoa. Por el contrario, la distancia física que mantienen y la ausencia de sonrisas compartidas indican rechazo y frialdad. Para Guerra, “Iñaki debería haber gestionado mejor la situación, ejerciendo de figura mediadora entre su pareja y sus hijos, en lugar de mostrarse tan despreocupado”. De hecho, se ve a Urdangarin en un plano más relajado, obviando que el encuentro podría resultar muy amargo para ambas partes: sus hijos, leales a su madre, y Ainhoa, que siente el rechazo de los jóvenes.
Juan Valentín, el mayor de los hermanos, es quien expresa de forma más rotunda su incomodidad. Casi no sonríe y, cuando todos posan para la clásica foto de grupo, se distingue claramente un gesto de enfado o tristeza: mira hacia abajo y sus cejas se arquean en un gesto que denota un conflicto interno. “Se siente culpable por acompañar a su padre sabiendo el dolor que su madre, la infanta Cristina, está sufriendo. Es un verdadero conflicto de lealtades”, apunta Ferreiro. Con su actitud, Juan pareciera querer subrayar la presencia de su madre, ausente físicamente, pero muy presente en su mente y en la de sus hermanos.
Este conflicto ha llevado a los jóvenes a desarrollar, según las expertas, una “estrategia de cuidado” hacia la infanta Cristina: mostrar una frialdad notoria para dejar claro de qué lado están. Se agrupan entre ellos, se abrazan y forman una suerte de muralla simbólica que les separa de Ainhoa, mientras Iñaki se posiciona junto a su nueva pareja, generando un mapa visual de dos bandos opuestos.
La tensión, lejos de disiparse, podría aumentar en un futuro inmediato, pues aún queda pendiente el encuentro de los hijos de Iñaki con los hijos de la propia Ainhoa. Será un choque de universos familiares que, como advierten Guerra y Ferreiro, requerirá de un mayor esfuerzo de mediación y empatía si no se quiere alimentar más resentimiento. De momento, lo único que las imágenes dejan claro es que, para Juan Valentín y sus hermanos, adaptarse a la nueva vida de su padre con otra mujer constituye una prueba emocional en la que prima el cuidado de su madre por encima de todo.