El deporte, suele decirse, es un mundo injusto en el que, muchas veces, el destino se alinea con el demonio para repartir mal farios inmerecidos. Sin embargo, otras veces, aunque no tantas, los imposibles se convierten en realidades y la suerte sonríe a quien merece ser sonreído. Y Jessica Vall lo merece; vaya si lo merece.
La nadadora del Sant Andreu se sumergió en su particular montaña rusa de emociones el 22 de junio en la piscina de Son Hugo. Fue la más rápida en la prueba de 200 metros de braza, su gran especialidad, del Open de Mallorca de 2024. Y, durante, unos segundos, lo celebró; cómo no iba a hacerlo, acababa de lograr una medalla de oro.
Pero eso no era lo único que había en juego. Jesica Vall tenía en mente la clasificación para los Juegos Olímpicos. Para lograrlo, necesitaba una marca de 2:23.91. Levantó la mirada y sintió como si alguien le hubiera derramado una jarra de agua fría que le hizo ahogarse en la piscina en la que ya estaba sumergida.
En las pantallas pudo presenciar su tiempo: 2:23.93. Es decir, se había quedado a tan solo dos centésimas de clasificarse para sus terceros Juegos Olímpicos consecutivos. Y, de repente, el jolgorio se tornó en un llanto inconsolable que ni la medalla de oro que iba a lucir en su pecho podría disipar.
Y llegó el milagro
A Jessica Vall no le quedó otra que asimilar que, esta vez, no iba a conseguir su gran objetivo personal. Al fin y al cabo, así es el deporte, y la vida: a veces sí, a veces no. "En ese momento pensé que no me lo podía creer. No había hecho la mínima. Al principio sientes tristeza de saber que no es el momento, que la suerte no ha estado de tu parte, aunque el deporte de por sí no es justo. Estuve dos días un poco descolocada, asimilando las emociones", le confesó a la Agencia EFE.
Pero, unas semanas después, cuando ya parecía haber superado ese pequeño gran traspiés, surgió el milagro. Fue como mirar al cielo en la oscuridad de la noche y presenciar, sin esperarlo, el paso despreocupado de una estrella fugaz. Aunque la estrella fugaz de Jessica Vall apareció en forma de llamada telefónica.
Y, tras pulsar el botón verde en su smartphone, recibió la gran noticia: había recicibo una invitación oficial por mínima B por parte de World Aquatics para participar en los Juegos Olímpicos. Y ahí, justo ahí, el deporte se convirtió en un mundo justo. Y, de nuevo, el jolgorio absoluto.
Así pues, Jessica Vall formará parte del combinado nacional olímpico español que estará en París. Será una de las 19 personas que representen a España en la disciplina de natación de los Juegos Olímpicos de 2024. Lo hará junto a tres de sus compañeras de club, el Sant Andreu: África Zamorano, Emma Carrasco y Ainhoa Campabadal.
A sus 35 años, pues, estará en sus terceros Juegos Olímpicos, después de haber estado previamente en Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020 (celebrado en 2021 por la pandemia). Eso sí, tiene muy claro cuáles son sus metas: "La medalla es imposible. Acceder a una final sería un sueño. Mejorar mi marca, un objetivo real. Visto lo visto, este año cualquier cosa puede pasar”. Eso le reconoció al Diario Sport. En sus anteriores participaciones, tuvo que conformarse, para no hacerlo, con llegar a las semifinales.