El verano en Mallorca siempre ha sido sinónimo de la tradicional estampa familiar de los Borbones. Desde tiempos de Juan Carlos I y Sofía de Grecia, el palacio de Marivent era el escogido para las vacaciones familiares. El lugar se hizo tan conocido que incluso ETA planeó un atentado contra el actual rey emérito mientras se encontraba de vacaciones. Con el paso de los años, los actuales monarcas van por compromiso institucional y es de sobra conocido que Letizia Ortiz no tiene muchas ganas de ir.
Este año, la postal 'idílica' tardó en llegar, y el silencio en torno a la Reina Letizia se convirtió en un clamor que amenazaba con desatar una nueva crisis mediática para la Corona.
Mientras el Rey Felipe VI inauguraba su agenda estival en solitario, dejándose ver en las regatas de la Copa del Rey de Vela, la ausencia de su esposa era cada vez más notoria. Los días pasaban y la pregunta flotaba en el ambiente: ¿dónde está Letizia? La situación comenzaba a alimentar todo tipo de especulaciones, obligando a la Casa Real a mover ficha con una celeridad que evidencia la gravedad del asunto.

La condición innegociable de Marivent: dejarse ver o perder el paraíso
Para entender la urgencia de la situación, es crucial recordar que el Palacio de Marivent no es una propiedad de la Familia Real. Se trata de una cesión del Gobierno Balear con una cláusula muy clara: su uso está condicionado a que los Reyes y sus hijas promocionen la isla con su presencia pública. Cada aparición, cada saludo y cada visita forman parte de un acuerdo no escrito que justifica el disfrute de este enclave privilegiado.
El incumplimiento de este pacto tácito podría tener consecuencias directas, algo que la institución no está dispuesta a arriesgar. Fuentes cercanas a palacio aseguran que, si por la Reina Letizia fuera, las vacaciones en Mallorca habrían pasado a la historia hace tiempo.
Se comenta que no se siente cómoda con el ambiente ni con las obligaciones que conlleva, un sentimiento que choca frontalmente con el apego del Rey Felipe a las tradiciones que marcaron sus veranos desde la infancia. Esta tensión, habitualmente gestionada con discreción, estuvo a punto de estallar.

Una reaparición calculada para apagar el fuego
La presión interna surtió efecto. El jueves por la tarde, y de forma casi inesperada, la Reina Letizia reaparecía en Palma. La puesta en escena fue cuidadosamente diseñada para proyectar una imagen de normalidad y compromiso. Acompañada de sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, acudió a una proyección privada del documental ‘En un lugar de la mente’ en los cines Rivoli.
La elección del tema, la salud mental, una de las causas que más ha abanderado, sirvió de coartada perfecta para un acto de bajo perfil pero con una fuerte carga simbólica. A pesar de las sonrisas y la actitud relajada ante las cámaras, se filtró que esta aparición no estaba en sus planes iniciales.
Al parecer, la intención de la consorte era limitar su presencia en la isla a la clausura del Atlàntida Film Fest el 3 de agosto, pero el creciente ruido mediático obligó a Zarzuela a exigirle un gesto inmediato para calmar las aguas.

El eco de una escapada a Grecia y la llamada de atención desde Zarzuela
Mientras el Rey cumplía con sus obligaciones en el Real Club Náutico de Palma, los rumores sobre el paradero de la Reina se intensificaban. Ciertas fuentes especializadas en la Casa Real apuntan a que Doña Letizia habría aprovechado esos días para realizar una breve escapada a las Islas Griegas en compañía de amistades, un viaje estrictamente privado.
Según estas mismas informaciones, no confirmadas oficialmente, habría volado en el Falcon directamente a Mallorca justo a tiempo para la reaparición cinematográfica. Este presunto retraso voluntario fue la gota que colmó el vaso. Altos cargos de la Casa Real se habrían puesto en contacto con la Reina para solicitarle que se dejara ver cuanto antes, subrayando la necesidad "urgente" de zanjar las especulaciones sobre su nula integración en las costumbres de la isla.
La operación funcionó y la foto de Letizia con sus hijas se distribuyó con rapidez. Sin embargo, este episodio deja en evidencia, una vez más, las grietas en la aparente unidad de la Corona y la difícil relación de la Reina con unas tradiciones que percibe como una imposición.